viernes, agosto 18, 2006

Road Movie.


Viajar en bus los fin de semana es una costumbre ya, así como la de ser exitoso, pero esta es más rutinaria aún. El de hoy ha sido un road movie, acordándome de cosas, mezclándolas y distorsionándolas.

Hoy me tocó un asiento en la ventana, con buena reclinación y sin ningún pelotudo que reclinara de manera desmedida el asiento. Adelante iba una pareja joven, con un bebé (que cursi) que a mi parecer fue la causa de la unión (que mal hablado). A mi derecha una niña que por lo que escuché tenía 18 años y estudia en Valparaíso Psicología, que conversaba con un tipo que estaba detrás de ella, creo que de 21 años y estudiante de Bioquímica en la Católica de Valparaíso (que copuchento).

Presentado el panorama, traté de dormir, de hecho lo hice, pero sólo 20 minutos ya que las cotorras de mi costado y de atrás y cruzado no me dejaban hacer cucharita con Morfea (léase novia de Morfeo, porque nunca me gusto la idea de dormir en los brazos de un hombre, y más encima Morfeo), así que no me quedo otra que copuchentear las trascendencias que se intercambiaban entre esas dos bocas carentes de pudor.

Resulta que el chico bioquímico, era un modelo, la perfección viajando a San Antonio, según él carreteaba casi todos los días y le bastaba con ir a clases para que le fuera “la raja” en las pruebas, además tenía planeado irse de intercambio a España y tocaba guitarra, creo. Así que ya saben si me ven en un bus no se sienten cerca de mi.

Entre oreja parada e intento de pestañeo reflexionaba acerca de la ley del tabaco, que bien es esto que hicieron los honorables disputados, una norma que impide a las chimeneas humanas botar su humo en nuestros pulmones, al menos en lugares públicos y algunos boliches con cierta dimensión. Pues como dice mi hermano, si tu exhalas tu humo en mi cara, yo podría mearte la cara al tomar cerveza, ya que ambos botamos nuestros desechos. Excelente ley antitabaco, aunque la fiscalización sea difícil, pero la idea es que cada vez se haga mas difícil fumar, y además desincentivar el consumo de cigarros en los pendexs, porque ojo en ese plano somos los top one.

Adelante la guagua se puso a llorar y el papá (si es que el baby no nació en el hospital de Talca) no encontró mejor forma de tranquilizarla que jugar al héroe de acción con el pequeñín. Ilusionarlo desde tan chico con poder volar es una maldad, en un mundo en que a todos nos cortan las alas. Ya veía que el niño-niña (nunca supe que era) vomitaba sobre el supuesto dueño de los espermatozoides y de paso le enseñaba que a una guagua no se le mueve y menos sobre un bus en movimiento.

Hablando de bebés me acordé que mi mamá, cuando aún éramos inocentes, nos mordía la cara y las manos a todos nosotros (hermanos) porque le dábamos “nervio”. Espero que las cicatrices sean marcas de nacimiento y no “el viejo truco de justificar los nervios”.

Indios. Ha notado señor, señora, Coté López y mamá con la pluma sobre el lápiz, que somos aindiados, y no lo digo despectivamente sino que como lo dice la historia en alusión a nuestros antepasados; somos luchadores (cliché para entrar en onda), peleamos por cualquier huevada, somos borrachos, tenemos varias esposas, competimos por quien tiene la ruca más grande, nos medimos la trutruca y tenemos la creencia de que todos los que estuvieron antes que nosotros fueron buenas personas. Somos carboneros, buenos pa la lucha encapuchada, el tirar la piedra, pero que nadie nos vea, es cosa de mirar a los pinguinos con su dirigente María-Yo no fui-Sanhueza, y a los mineros de la Escondida que bloquearon los caminas para llegar a la mina.

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